DIOS
- Jerónimo Savonarola
- 21 dic 2017
- 2 Min. de lectura
Dicen que no comprendo tu existencia, que el fuego de los réprobos me quema; y que mi lengua sin cesar blasfema, y que no entiendo la palabra Dios.
Dicen que no te busco ni te imploro, ni tus grandezas infinitas veo; dicen que tengo el corazón de ateo, y que mi labio te maldice, ¡No!
El Universo es el augusto Templo donde te encuentra absorta la mirada, el sol es una lámpara colgada que derrama su luz sobre tu altar.
Allí te adoro yo, porque tu nombre entre los astros fulgurantes brilla y en espíritu doblo la rodilla adorando en silencio tu bondad.
El aire que la atmósfera embalsama, la savia que los seres acrecienta, y el fuego que los mundos alimenta, Tu excelso nombre proclamando están.
Eres la voluntad inquebrantable, el Bien Eterno, la Virtud Potente; de la Verdad inagotable fuente, porque eres la Razón Universal.
En su mezquina estupidez el hombre se forja un Dios indigno de alabanza, ebrio de odio, cólera y venganza, terrible y sanguinario como él.
Otras veces se finge, en su locura un Dios afeminado que se esconde, que a la voz del creyente no responde, si en su altar no hay encajes ni oropel.
¡Eso no es Dios! El Dios en quien yo creo tener no puede el interés del oro; el Dios Verdad, el Dios a quien yo adoro, no cambia sus bondades por metal.
Su Espíritu Gigante no se oculta en el recinto estrecho de un sagrario; el Universo entero es su Santuario; porque es la Providencia Universal.
Interna Voz, Inagotable Fuente, Fecunda Luz, Vivificante Esencia, la base de tu Templo es la Conciencia, y tu Gran Sacerdote, es el Amor,
Yo sè que existes, Inmutable, Grande; yo en tus bondades infinitas creo, porque en la tierra y en los cielos veo resplandecer esta palabra, ¡Dios!
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